Tras
la gran guerra de 1914-1918, EE.UU pasó a liderar claramente la economía
mundial al mismo tiempo que experimentaba un fuerte crecimiento económico. El
aumento de la productividad a causa de las mejoras en los procesos productivos
permitió un fuerte crecimiento de la producción y de la demanda, sobre todo de
productos de consumo duradero (automóvil, electrodomésticos).
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Los llamados felices años veinte surgieron de la
disponibilidad de estas innovaciones, que suponían una mejora importante de la
calidad de vida, unida a la buena marcha general de la economía y un clima de optimismo. De la tranquilidad que se respiraba también
participaba la bolsa, la cual tuvo un crecimiento importante de las
cotizaciones, que animaron a mucha gente a arriesgar sus ahorros, provocando
así una gran burbuja especulativa.
Sin
embargo, a principios de septiembre de 1929 las cotizaciones dejaron de subir y
empezaron a caer más deprisa de lo que habían subido. Fue el inicio de la peor
crisis del capitalismo, que se extendió rápidamente a todo el mundo: la Gran Depresión de los años treinta.