martes, 6 de diciembre de 2016

LA FOTOGRAFÍA DEL PULLITZER.

Imagen original aquí.

    Probablemente hayan visto esta fotografía antes, ya que esta impactante escena, capturada en 1993 por Kevin Carter fue publicada en la portada de The New York Times y le otorgó un premio Pulitzer. La publicación de la imagen trajo consigo una oleada de críticas que ponían en duda la moralidad del fotógrafo. 
    Si profundizamos un poco más en su vida encontramos a un hombre blanco que nació 1960, dos años antes de que Nelson Mandela empezara su condena de cárcel. Al llegar a la adolescencia empezó a entender que ser blanco en Suráfrica significaba ser un privilegiado y, al mismo tiempo, lo convertía en cómplice de una atroz injusticia. 
    Con 24 años decidió luchar contra el apartheid mediante el periodismo. Cuando Mandela salió de la cárcel comenzó la violencia, y el fotógrafo, junto a sus tres amigos Ken Oosterbroek, Greg Marinovich y João Silva hacían fotos de lo que se estaba viviendo y se exponían para capturar imagenes en pleno tiroteo o minutos después de una masacre. Les llamaban a los cuatro “el Bang BangClub”. Si se hubiesen detenido un instante a reflexionar sobre lo que hacían, habrían sido incapaces de hacer su trabajo. El entorno era alocado, pero el trabajo era importante, ya que sus imágenes mostraban al mundo lo que estaba ocurriendo, y a la vez, hacían presión política para acabar con la violencia. 


The Bang Bang Club, imagen original aquí.
   
    Ésta era la contribución de Carter a la causa de sus compatriotas negros. Para poder hacer ese trabajo es necesario blindarse de una coraza emocional. Por lo tanto, esto puede explicar que un hombre acostumbrado a presenciar tales masacres, reaccionara de un modo tan frío ante aquella espeluznante imagen. El problema era que la gente normal, empezando por su propia familia, no lo entendía. Fuera donde fuera, le hacían la misma pregunta. “Y después, ¿ayudaste a la niña?”.

Imagen original aquí.
    En abril de 1994 le llamaron desde Nueva York para decirle que había ganado el Pulitzer. Seis días después, su mejor amigo, Ken Oosterbroek, murió en un tiroteo en Tokoza. 
   Esto fue un golpe duro para el fotógrafo, y tres meses después de recibir el premio se suicido, dejando una nota en la que se despedía diciendo que estaba atrapado en imágenes de asesinatos y cadáveres.
    A Carter se le criticó por no ayudar al bebé y el mundo le dio por muerto a pesar de que el propio Carter no lo vio morir, sólo disparó la foto y se fue minutos después. La realidad es que ya estaba registrado en la central de comida, en la que atendían enfermeros franceses de la ONG Médicos del Mundo y que no murió ,sobrevivió a la hambruna, al buitre y a los peores presagios de los lectores occidentales. Con la esperanza de que la criatura siguiera viva a pesar de la hambruna y la guerra, unos periodistas viajaron a Ayod 18 años después para reconstruir la historia de aquella fotografía. Después de varias reuniones con decenas de habitantes de la aldea, una mujer que repartía comida en aquel lugar hace 18 años llamada Mary Nyaluak dio la primera pista sobre la protagonista de la famosa fotografía. "Es un niño y no una niña. Se llama Kong Nyong, y vive fuera de la aldea".
    Dos días después, aquella pista llevaría hasta la familia del pequeño, y el padre confirmó que se recuperó de aquella hambruna pero que había muerto hacía ya cuatro años de "fiebres".
    Así finaliza la historia de una fotografía que deja muchas preguntas sin contestar pero que sigue impactando al igual que el día en que se publicó.



                                                                        Video original aquí

Fuentes: El País, El mundo
                                                                                                                     Entrada creada por Isabel

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